Quizá debas negociar contigo misma como punto de partida…
Resulta difícil negociar con otros/as, si previamente no tenemos claros los objetivos de la negociación y los márgenes de renuncia que estamos dispuestas a asumir, a cambio de lograr eso que deseamos conseguir en un momento determinado.
A las mujeres, en general, nos resulta más “violento” negociar abiertamente para conseguir lo que consideremos legítimo, no por falta de capacidad o habilidades, sino por falta de entrenamiento. Y también, debido a las confusiones que operan internamente a través de los mandatos de género que nos pueden generar culpa cuando apostamos por legitimar nuestros derechos.
Y cuando digo que nos puede resultar “violento”, no me refiero a negociar utilizando métodos que puedan resultar “agresivos”, sino a colocarnos en un plano de igualdad en el espacio de las negociaciones como mujeres adultas, ni como hombres, ni como niñas.
Como mujeres con capacidad para discernir lo que quieren o no quieren y con la seguridad de contar con el legítimo derecho a defenderlo. Luego se conseguirá o no, eso es otra cosa…
Uno de los mandatos de género centrales para las mujeres es la condescendencia, o mejor dicho, el sometimiento de los propios intereses, como prueba de cariño hacia quienes nos piden algo que no encaja del todo con lo que una quiere. Legitimar lo que queremos y sentirnos con derecho a defenderlo, es una tarea que implica transgredir aprendizajes naturalizados y muy interiorizados.
Este tema sale recurrentemente en las sesiones de coaching que llevo a cabo con mujeres de distintos perfiles y condición: “Me siento súper culpable cuando…” “¿Qué pensará si…”
Desde una perspectiva de género, se entiende que nos resulte complejo transgredir este mandato de “incondicionalidad” como fórmula aprendida de evitación y como estrategia tranquilizadora que podemos confundir con flexibilidad… Total, ¿no es bueno ser flexible? Flexible sí, sumisa, es otra cosa...
Por ello, resulta necesario pararnos a pensar antes de iniciar negociaciones en cualquier ámbito de la vida, el lugar interno desde el que nos colocamos en esa negociación: ¿Me siento con el derecho a negociar esto? ¿Qué supondría para mí lograr lo que quiero o renunciar a ello por temor? ¿Qué equilibrio o desequilibrio hay en la posición de poder entre las partes?
Así que os dejo una pequeña fórmula que ayuda:
Paso a paso: primero analizo lo que quiero, luego identifico el para qué ¿qué cambiará para mi si lo consigo?, identifico el lugar interno en el que me coloco –temor, inseguridad-, analizo los recursos disponibles y la posición en la que estoy situada en ese contexto concreto y con esa persona determinada ¿Hay mucha disparidad de poder?
A partir de las respuestas que vamos obteniendo, podemos ir desarrollando las estrategias adecuadas para reforzar nuestro poder interno y equilibrar nuestra posición externa en el marco de esa negociación.
Lo que no conviene, en cualquier caso, es renunciar a lo que nos conviene por temor revestido de sumisión y pensar que los demás van a entender lo que necesitamos, sin defenderlo o explicitarlo abiertamente.
Buen domingo.